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Al Horror!

El templo del pueblo: La masacre de Jonestown.

  • Foto del escritor: Andy Vaam
    Andy Vaam
  • 18 jul 2015
  • 4 Min. de lectura

Jim Warren Jones, nacido en Indiana (EEUU) en el año 1931, fue un pastor de la iglesia metodista reconocido por haber fundado una secta religiosa que él mismo llamaría “El templo del Pueblo” y que pasaría a la historia años más tarde.


Esta “pseudoreligión” fue reconocida por promulgar abiertamente ideas que, para la época, eran demasiado avanzadas y revolucionarias. Esta congregación dirigía obras de beneficencia en favor de drogadictos y personas sin hogar y apoyaba el movimiento de derechos civiles en favor de la población negra. Con el tiempo, “El templo” de Jim Jones, comenzaría a ganarse su respeto entre la comunidad y conseguiría, así, nuevos adeptos y seguidores.


Pero el horror no se hizo esperar. La secta, no solo entró en pugna por entremezclar fe y religión, con política e ideologías pertenecientes al comunismo, sino que, con el tiempo, los adeptos al templo del pueblo, comenzaron a rechazar a todo aquel que no pensara de igual manera y que, sobretodo, se atreviera a cuestionar la supremacía de Jim Jones. Los sectarios rechazaban a la biblia y alababan a Jones a tal punto que, para ellos, no era un simple pastor sino que, además, era el propio mesías, el salvador del pueblo que llevaría a todos, la paz eterna que tanto anhelaban.


La secta comenzaba a volverse perversa. Jim Jones obligaba a sus adeptos a divorciarse de sus parejas para unirse en matrimonio con los miembros de la religión, fomentaba la procreación en la comunidad, el trabajo dentro del templo y “evangelización” para conseguir más seguidores.


La prensa comenzó a presionar a Jones, acusándolo de explotación laboral contra sus seguidores, golpizas feroces y amenazas para las familias o individuos que intentasen abandonar la comunidad. Sin embargo, importantes líderes locales, como el alcalde George Moscone y el concejal Harvey Milk, manifestaron su apoyo a Jim Jones alegando la firme lucha de Jones contra el racismo y la discriminación.

La alocada decisión de fugarse a Guyana.

Al hacerse más crítica la opinión pública contra Jones, este decidió actuar de una manera poco común. Con el fin de desprenderse completamente de las leyes estadunidenses, partió apresuradamente a Guyana en junio de 1977, y obligó a más de 900 feligreses a seguirlo y fundar su iglesia en Centroamérica.


Guyana fue solo el inicio de lo que sería una gran catástrofe.


Los miembros del grupo siguieron a Jim Jones desde Estados Unidos hasta la selva de Guyana, donde, según la doctrina de salvación de su líder, se edificaría un paraíso en la Tierra, lejos de Estados Unidos y de la sociedad capitalista. Allí Jones compró al gobierno de Guyana una amplia propiedad rural donde edificó una comunidad llamada Jonestown (ciudad de Jones o algo asi), recibiendo allí a casi 900 seguidores suyos llegados desde Estados Unidos.


Jones, quien hacía tiempo que había creado una atmósfera de miedo y permanente amenaza externa, empezó a fomentar entre sus adeptos una sensación del “fin de mundo” sosteniendo que el Apocalipsis era un evento cercano y que el Anticristo estaba encarnado en el capitalismo que ansiaba destruir la congregación.


Pero el verdadero calvario comenzaría cuando, en noviembre de 1978, el congresista estadounidense Leo J. Ryan, acompañado de periodistas y algunos disidentes de la secta, viajó a Guyana con el fin de investigar si eran ciertas las noticias sobre abusos sexuales de mujeres de la secta por parte de Jones, golpizas a los descontentos, explotación laboral, esclavitud y torturas a niños. Jones intentó fingir lo más que pudo, para evitar desastres, pero Ryan tenía un plan que nadie se esperaba. En plena ceremonia, Ryan se levantó de su asiento y consultó si algunos feligreses de Jones deseaban abandonar la secta.

Algunos pocos seguidores pidieron abandonar la comunidad junto con Ryan. El reverendo Jones lo consideró una traición imperdonable y, al notar que los descontentos se retiraban hacia la pista de aterrizaje para seguir a Ryan, un miembro de la secta atacó a Ryan con un cuchillo, y los hombres de confianza de Jones abrieron fuego contra el político y sus acompañantes cuando se disponían a abordar un pequeño avión. Cinco personas fueron asesinadas a balazos, algunos de ellos a quemarropa. Los seguidores descontentos fueron forzados a volver a Jonestown.


Ese fue el principio del fin.


Las autoridades de Estados Unidos, no tardaron en enterarse de lo sucedido y fue por eso, precisamente, que decidieron enviar fuerzas armadas para investigar, pero Jones respondió con un hecho que cambiaría la historia para siempre.


Esa misma mañana del 18 de noviembre, Jones reunió a los líderes de la congregación y advirtió que, tras el asesinato del congresista Ryan, las fuerzas del fascismo destruirían inevitablemente al Templo del Pueblo. Por lo cual, ordenó la muerte de todos los integrantes de la secta que se hallaran en Jonestown. Pero los miembros no serían asesinados, sino que la historia sería aún más horrorosa, todos y cada uno de los seguidores, decidieron suicidarse para evitar ser encontrados con vida por las autoridades estadounidenses. En total, fueron 912 personas las que murieron aquella mañana de 1978, víctimas de una mezcla de cianuro y valium para dormir. Tim Carter, un exmiembro de la secta, en la película “Jonestown”, de Stanley Nelson, decía que, por lo menos, no hay duda de que los aproximadamente 250 bebés, niños y jóvenes fueron asesinados.


Este suceso ha sido catalogado, como el suicidio en masa más grande que haya sucedido y, además, como uno de los hechos más escalofriantes de la historia que demuestra, una vez más, que la mente humana, puede llegar a lugares inimaginables y que ciertas personalidades, pueden ser verdaderamente perturbadoras.

Entre las frases más conocidas y trascendentales de James, están:

«La muerte solo era el tránsito a otro nivel.»

«Esto no es un suicidio, es un acto revolucionario.»

«La muerte no es algo de lo que se tenga que temer.»

«Vas a arrepentirte toda tu vida si no mueres hoy.»

 
 
 

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