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Al Horror!

El apóstol de la muerte: La terrible historia de Pedro Nakada.

  • Foto del escritor: Andy Vaam
    Andy Vaam
  • 16 may 2015
  • 3 Min. de lectura

“Sólo trato de purificar la Tierra de prostitutas, drogadictos, homosexuales y asaltantes”

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Pedro Pablo Nakada Ludeña nació de José y María en El Agustino, dentro de la ciudad peruana de Lima, el 28 de febrero de 1973.


Como en el caso de tantos otros asesinos seriales, la infancia de Pedro estuvo marcada por el abuso y la violencia. El acoso escolar no fue el único detonante de esta perversidad, desde muy pequeño, sus hermanas mayores lo vestían de mujer y lo obligaban a salir a “desfilar” a la calle, donde Pedro observaba, infructuoso, cómo sus vecinos se reían y burlaban de sus desgracias. Además, el padre de Pedro era un alcohólico. Los golpes, la humillación y el maltrato físico hacia su madre eran cosa de todos los días en la casa de este futuro delincuente.

Ante todo esto, el pequeño Pedro, pese a ser tímido y sumiso, comenzó a desahogar la agresividad acumulada, agrediendo animales, abusando y maltratando criaturas inocentes y, como si fuera poco, untándose la sangre que emanaba de estos, en todo su cuerpo para sentir, de alguna extraña manera, un perverso placer.


“Es mala, mi familia es mala. Mis padres siempre peleaban. Se insultaban mucho. Desde que yo era chico. Éramos nueve hermanos. Yo soy el tercero. Me molestaban los laberintos. Mi papá le pegaba mucho a mi mamá. Yo me escapaba de la casa. Pero volvía, escondido, para que mi papá no me pegara con un cable. Volvía por no tener dónde comer. Con mis hermanos nos criamos separados. Con un tío, con una tía…, mi hermana me violó, ella era mayor… Mi hermano me obligó a tener sexo oral, yo tenía seis años ¿Hay gente que no me cree? Yo no olvido lo que viví…”


“Odio a los maricones. Cuando yo era niño, mis hermanos me violaron porque creían que yo había matado a una perra que teníamos y que además estaba preñada. Juro que yo jamás le hice nada al animal”.


“Mi madre era bipolar, cambiaba de carácter, no podía confiar en ella… Cuando era chibolo, mi mamá me golpeó como salvaje y yo de cólera quemé al gato en la sartén hirviendo”.

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Pedro apenas logró concluir el tercer grado de la Primaria, aunque después llegaría a ser un hábil mecánico


En 1990 cuando Pedro tenía 17 años, ingresó como voluntario al Ejército Peruano: allí aspiraba a conseguir algo de autoridad y poder para “exterminar a los enemigos de Dios”. No obstante, los planes de Pedro no salieron bien, y solo permaneció acuartelado dos meses. Fue expulsado por pedido de psiquiatras militares, que lo examinaron minuciosamente tras escuchar comentarios que afirmaban que Pedro escuchaba la voz de Dios, y que además creía que los pecadores merecían la muerte.


Cuando lo expulsaron del cuartel, quiso matarse y, quizá en gran parte por el malestar que le sobrevino al ser expulsado, Nakada cometió su primer asesinato a los 17 años. Su primera victima fue en Mala, donde mató a un agricultor después de que éste lo sorprendiera robándole sandías.

ASESINATOS

El dictamen psiquiátrico fue que Pedro padecía “esquizofrenia paranoide”. En este tipo de delirio, suele presentarse el sentimiento de tener una misión especial en la vida, así como también otros delirios de grandeza. En Pedro esa esquizofrenia paranoide se unía a una tendencia psicópata; y así, la ira que tenía acumulada y ciertos juicios de su conciencia moral, se proyectaron en cierta forma en la alucinación auditiva de la voz de Dios, elección que no era fortuita, pues era ideal para evitarle sentimientos de angustia y culpabilidad. Naturalmente, la elección de sus víctimas también respondía en parte a esa búsqueda por armonizar su tendencia psicópata con su conciencia moral, y eso se veía aún más facilitado por su homofobia. De ese modo, Pedro se veía en la misión de exterminar a los homosexuales, a las prostitutas y a los drogadictos.


Pedro no se veía a sí mismo como un monstruo sino como un salvador, como un purificador.


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Las victimas documentadas fueron de 18 personas. Sin embargo, el propio Pedro Nakada confensó haber matado a mas de 35 y, todos, por una única razón: Purificar la tierra y obedecer a la voz de Dios.


Esta es, sin duda, una historia impresionante que nos hará plantearnos una y otra vez, que el mundo en que vivimos es mucho más grande y tetrico de lo que solemos pensar. La historia de Pedro es solo una más de las tantas historias de psicopatas que han oscurecido nuestro mundo y que lo seguirán haciendo.


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