Morir bailando.
- Andy Vaam
- 17 dic 2014
- 2 Min. de lectura
En Julio de 1518, la localidad de Estrasburgo (por entonces parte del Imperio Romano Germánico) Frau Troffea, una vecina de la zona, empezó a bailar repentinamente en medio de una calle. Lo cual hubiese sido solo una curiosidad más si no fuera porque Frau Troffea, no podía dejar de bailar. Durante la primera semana 34 personas se unieron a este acalorado ritual, incapaces de detener su ferviente baile. Pasado un mes, ya había 400 bailarines desenfrenados, que iban cayendo uno tras otro debido a ataques al corazón, derrames cerebrales y agotamiento extremo. No existía distinción entre sexos y edades, afectaba a hombres, mujeres y niños por igual. Acabando, solo, cuando caes al suelo exhausto. Podía durar de horas o meses. La epidemia empeoraba y los nobles pidieron a los médicos locales una explicación. Las autoridades, por más estúpido que parezca, decidieron construir salones de baile y escenarios y contrataron músicos para que los bailarines danzaran más cómodamente. Ya que, creyeron que la forma de terminar con la epidemia era que el baile durase noche y día hasta que los afectados se curaran por si solos.

El caso de 1518, fue el más tragico, pero no fue el único.
En 1237, varios niños empiezan a bailar frenéticamente y viajan desde Erfurt hasta Arnstandt, sin detener su danza. ¿Te suena? El siglo XVI fue el año en que más incidentes de este tipo se produjeron. Algunas mujeres visitaban anualmente la capilla de San Vito en Drefelhausen. Estas féminas empezaban a bailar día y noche, sin detenerse, hasta que caían exhaustas. Muchas de ellas volvían al año siguiente y realizaban exactamente lo mismo, llevadas por algún extraño impulso. Algunas, al parecer, habían bailado el baile de San Vito durante más de 20 años. En Alemania, 200 personas terminan congregándose en un puente que cruzaba el Río Mossa. Incapaces de salir de encima del puente y de detener su danza, la construcción termina derrumbándose y llevándose la vida de la mayoría.
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